¡OH, mi querida libreta! ¡Es un placer tenerte entre mis saladas manos!
No sé qué hora es; hoy es un día de relojes olvidados y cartas apiladas en la escalera del edificio. No sé qué hora es, pero la mañana está preciosa. Salí de casa a las seis, cuando la noche aún cubría con su manto la isla. Las farolas iban haciéndome guiños mientras el pueblo iba, poco a poco, despertando. Quise atrapar el momento para más tarde. Para cuando olvide lo maravilloso que es beber sal y sol mañanero. Obtuve como resultado un puñado de fotos de horizontes torcidos, que no fue más grande porque me quedé sin baterías. Bueno, yo no; la cámara.
Ya hay luz en la playa. El cielo-acuarela se viste de jacarandá y algodón de azúcar. El mar da lengüetazas a la arena, adornándola así con frágiles coronas blanco jazmín. Oscura y a lo lejos, flotando entre las nubes que no me permiten ver cómo se sumerge en las aguas; se recorta la silueta del vigilante. El Teide, quién parece observarme con los mismos ojos que lo observo yo, me da los buenos días.
Hace minutos me di un chapuzón. Pasó un señor mayor, y no entendí bien lo que me dijo. Podía haber sido “buenos días” o “¿está fría?”. Yo le respondí que estaba buenísima, y su cara me llevo a pensar que quizás sólo me estuviese saludando. En fin…
La ducha estuvo aún mejor, lavando de mi piel la sal y evitándome así la habitual reacción alérgica a la misma (si, ya lo sé; soy patética). Adelante, más allá del veterano jugando con su perro, y más allá de la costa; allá, detrás del Teide, comenzó a salir el sol mientras aún me duchaba. La ducha duró lo que tardó el sol en salir de su escondite. Me vestí: calcetines y camisa a rayas, camisa de rejilla negra, falda. Bolso enorme con todo mi arsenal: libreta, bolígrafo, cámara, toalla, patines, llave. Sí; toda yo. Nada que eche de menos. Me senté a escribir dando gracias de haber traído mi libreta. Dejé que la tinta garrapateara unos minutos en el papel, y ahora busco una frase última y un punto final. Escribo: “El sol se esconde tras una nube de malvaviscos; y yo observo a la distancia todas las historias que se mecen entre las olas y se mueven tras las rocas.” Y luego: “Punto final.”